jueves, 4 de agosto de 2011

Diario de Ana Frank

          RESEÑA E OPINIÓN PERSOAL

O día 15/0711, en Amsterdam, escribín no meu diario de viaxe:
"A miña parte preferida do día sería, se me permites, a visita á casa de Ana Frank.
Estou lendo o diario de Ana Frank e me parece tan fermoso e ao tempo tan triste...
Creo que dentro de cada persoa, cada un de nós, debería haber unha Ana Frank, unha persoa que, creádelo ou non, pode cambiar a historia, e é probable que, grazas a isto, todos logremos mellorar o mundo e que nunca volva pasar un holocausto como aquel."
De todos os libros que lin na miña vida, ningún me conmocionou e emocionou tanto como este.
En 1942, Ana recibe un diario polo seu cumpreanos. A partir de aí comeza a contar que comezan a privar aos xudíos de todos os dereitos que deberían ter.
Como consecuencia de que comecen a levar a xudíos a campos de concentración, da penuria e a fame para o pobo xudío, a familia Frank decide refuxiarse na casa traseira das oficinas onde traballa o seu pai, "Opekta", unha empresa distribuidora e fabricante de marmeladas.
Pensan que sería oportuno esconder a outra familia, a familia Van Pels (chamada Van Daan no seu diario).

Ana Frank, 1942
É difícil levar unha vida escondida, na que se impoñen normas estrictas como non facer ruído durante todo o día, utilizar o mínimo posible o retrete, colocar paneis oscurecedores nas ventás ou non abrilas nunca, non acender a luz durante o día e aforrar a comida o máximo posible. E estas normas son aínda peores sabendo que hai persoas que traballan abaixo, aínda que contasen coa axuda de Bep, Miep, Kugler, Kleiman ou Voijskul.

Os escondidos, posteriormente, optan por brindar a oportunidade de refuxiarse con eles a outro xudío, o dentista Dussel, un auténtico finolis, don perfecto e experto en corrixir aos demais sen darse conta dos seus propios defectos, comezando por ir ao baño cada hora e estar trinta minutos e recibir comida do exterior ocultándoa, entre outros moitos defectos.
Ana irase dando conta de que dende que tiveron que esconderse reflexiona máis sobre a súa anterior e actual vida, e de que antes, segundo ela mesma escribe no seu diario, era superficial e non se paraba a pensar na súa vida.
Como non ten amigas nen a ninguén a quén contarlle a súa vida, pensamentos e experiencias diarias, decide chamar ao seu diario "Kitty", convirtíndoo na súa única e mellor amiga.
Pouco tempo despois de estar escondida, comeza a sentirse soa e sen que ninguén a comprenda, así que busca a alguén con quén falar, así que escolle a Peter Van Daan, o único fillo da familia Van Daan.
Nel atopa o recheo que facía falta para o seu vacío, e será con el co que falará cada noite no desván, o seu recuncho preferido da casa, onde escribe o diario, cavila con tranquilidade, respira aire puro e mira pola ventá o mundo exterior que hai aí fóra, pero que cada vez dá máis medo...


Sábado, 20 de junio de 1942:


 Para alguien como yo es una sensación muy extraña escribir un diario. No sólo porque nunca he escrito, sino porque me da la impresión de que más tarde ni a mí ni a ninguna otra persona le interesarán las confidencias de una colegiala de trece años. Pero eso en realidad da igual, tengo ganas de escribir y mucho más aún de desahogarme y sacarme de una vez unas cuantas espinas. «El papel es más paciente que los hombres.» Me acordé de esta frase uno de esos días medio melancólicos en que estaba sentada con la cabeza apoyada entre las manos, aburrida y desganada, sin saber si salir o quedarme en casa, y finalmente me puse a cavilar sin moverme de donde estaba. Sí, es cierto, el papel es paciente, pero como no tengo intención de enseñarle nunca a nadie este cuaderno de tapas duras llamado pomposamente «diario», a no ser que alguna vez en mi vida tenga un amigo o una amiga que se convierta en el amigo o la amiga «del alma», lo más probable es que a nadie le interese. He llegado al punto donde nace toda esta idea de escribir un diario: no tengo ninguna amiga. Para ser más clara tendré que añadir una explicación, porque nadie entenderá cómo una chica de trece años puede estar sola en el mundo. Es que tampoco es tan así: tengo unos padres muy buenos y una hermana de dieciséis, y tengo como treinta amigas en total, entre buenas y menos buenas. Tengo un montón de admiradores que tratan de que nuestras miradas se crucen o que, cuando no hay otra posibilidad, intentan mirarme durante la clase a través de un espejito roto. Tengo a mis parientes, a mis tías, que son muy buenas, y un buen hogar. Al parecer no me falta nada, salvo la amiga del alma. Con las chicas que conozco lo único que puedo hacer es divertirme y pasarlo bien. Nunca hablamos de otras cosas que no sean las cotidianas, nunca llegamos a hablar de cosas íntimas. Y ahí está justamente el quid de la cuestión. Tal vez la falta de confidencialidad sea culpa mía, el asunto es que las cosas son como son y lamentablemente no se pueden cambiar. De ahí este diario. Para realzar todavía más en mi fantasía la idea de la amiga tan anhelada, no quisiera apuntar en este diario los hechos sin más, como hace todo el mundo, sino que haré que el propio diario sea esa amiga, y esa amiga se llamará Kitty. ¡Mi historia! (¡Cómo podría ser tan tonta de olvidármela!) Como nadie entendería nada de lo que fuera a contarle a Kitty si lo hiciera así, sin ninguna introducción, tendré que relatar brevemente la historia de mi vida, por poco que me plazca hacerlo. Mi padre, el más bueno de todos los padres que he conocido en mi vida, no se casó hasta los treinta y seis años con mi madre, que tenía veinticinco. Mi hermana Margot nació en 1926 en Alemania, en Francfort del Meno. El 12 de junio de 1929 le seguí yo. Viví en Francfort hasta los cuatro años. Como somos judíos «de pura cepa», mi padre se vino a Holanda en 1933, donde fue nombrado director de Opekta, una compañía holandesa de preparación de mermeladas. Mi madre, Edith Holländer, también vino a Holanda en septiembre, y Margot y yo fuimos a Aquisgrán, donde vivía mi abuela. Margot vino a Holanda en diciembre y yo en febrero, cuando me pusieron encima de la mesa como regalo de cumpleaños para Margot. Pronto empecé a ir al jardín de infancia del colegio Montessori, y allí estuve hasta cumplir los seis años. Luego pasé al primer curso de la escuela primaria. En sexto tuve a la señora Kuperus, la directora. Nos emocionamos mucho al despedirnos a fin de curso y lloramos las dos, porque yo había sido admitida en el liceo judío, al que también iba Margot. Nuestras vidas transcurrían con cierta agitación, ya que el resto de la familia que se había quedado en Alemania seguía siendo víctima de las medidas antijudías decretadas por Hitler. Tras los pogromos de 1938, mis dos tíos maternos huyeron y llegaron sanos y salvos a Norteamérica; mi pobre abuela, que ya tenía setenta y tres años, se vino a vivir con nosotros. Después de mayo de 1940, los buenos tiempos quedaron definitivamente atrás: primero la guerra, luego la capitulación, la invasión alemana, y así comenzaron las desgracias para nosotros los judíos. Las medidas antijudías se sucedieron rápidamente y se nos privó de muchas libertades. Los judíos deben llevar una estrella de David; deben entregar sus bicicletas; no les está permitido viajar en tranvía; no les está permitido viajar en coche, tampoco en coches particulares; los judíos sólo pueden hacer la compra desde las tres hasta las cinco de la tarde; sólo pueden ir a una peluquería judía; no pueden salir a la calle desde las ocho de la noche hasta las seis de la madrugada; no les está permitida la entrada en los teatros, cines y otros lugares de esparcimiento público; no les está permitida la entrada en las piscinas ni en las pistas de tenis, de hockey ni de ningún otro deporte; no les está permitido practicar remo; no les está permitido practicar ningún deporte en público; no les está permitido estar sentados en sus jardines después de las ocho de la noche, tampoco en los jardines de sus amigos; los judíos no pueden entrar en casa de cristianos; tienen que ir a colegios judíos, y otras cosas por el estilo. Así transcurrían nuestros días: que si esto no lo podíamos hacer, que si lo otro tampoco. Jacques siempre me dice: «Ya no me atrevo a hacer nada, porque tengo miedo de que esté prohibido.»


Diario de Ana Frank.


O día 4 de agosto de 1944, soldados alemáns da SD accederon ás oficinas de "Opekta" e descubriron o escondite detrás da estantería que en realidade era unha porta e conducía á Casa de Atrás,  levaron aos oito escondidos detidos, e apresaron a varias das persoas que os mantiñan.
Os escondidos foron levados ás cárceres e posteriormente, a distintos campos de concentración.
O Diario de Ana Frank. Na casa-museo de Ana Frank,
 en Amsterdam pódese ver unha réplica exacta.
O único dos escondidos que se salva é Otto Frank, que se adicará o resto da súa vida á publicación do diario de Ana, que (algo que me fascinou, coma min, e que eu mesma a comprendía moi ben en moitas cousas que escribía) soñaba con ser escritora, e nun futuro, despois da guerra, quería publicar un libro titulado "A casa de atrás", baseándose nas anotacións do seu diario.
Ana, Margot (a súa irmá maior) e a súa nai son enviadas ao campo de concentración de Auschwitz, o máis duro e famoso de todos, onde a súa nai fallece por inanición.
Posteriormente, serán levadas ao campo de concentración de Bergen-Belsen, onde en marzo de 1945 comeza a propagarse o tifo, que custa a vida de Margot xunto a de miles de xudíos, e pouco despois, a de Ana.
Hermann van Pels morre na cámara de gas, Auguste van Pels é empurrada ás vías dun tren durante un traslado, e o resto dos escondidos morre por enfermidade ou desnutrición, menos Otto Frank.


Datos:
Título: Diario de Ana Frank
Autor(a): Ana Frank
Editorial: Debolsillo.
Calificación: *****.5/5.
Clasificación: Drama.





1 comentario:

galmar dijo...

noraboa, é unha reseña marabillosa :) e eu que aínda non o lin!!
biquiñossss

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...